Me gustan las luces de noviembre, el cielo azul grisáceo y el crujir de las hojas en el suelo. El olor a madera por las esquinas y el humo de las chimeneas.
Me gusta noviembre porque saco el abrigo y vuelvo a abusar del té.
Noviembre es siempre un mes de conciertos. Aún me queda miel en los oídos del último que dio The Cinematic Orchestra en la sala Joy Eslava el viernes pasado.
En noviembre empiezo a pensar en como sorprender a los que quiero en Navidad y llegan las Pop Up. Me muero por conocer las propuestas de este año de The Hovse que abrirá sus puertas en Madrid el 20 de noviembre. Los chicos de Better hacen cosas muy especiales, si no los conoces, puedes ver algunos de sus trabajos aquí.
Federica&Co también está a punto de inaugurar Slow Revolution, su tienda efímera de Navidad en Nuñez de Balboa 24. Un antiguo garage de 700 metros que dará vida a un invernadero dedicado al mundo Slow. Un espacio donde soñar que no te puedes perder.
En noviembre cierro la ventana cuando anochece, y mi mesa de noche se llena de nuevos libros. Ahora estoy disfrutando mucho y muy despacito con “Toda la belleza del mundo” de Jaroslav Seifert, no quiero que se acabe. Los siguientes en la cola son Pureza de Jonathan Franzen y La Última Noche de James Salter.
De un tiempo a esta parte, y ya casi como una especie de tradición no impuesta, en noviembre me surgen escapadas inesperadas que disfruto casi igual o más que los viajes del resto del año. Una vez más los astros se han alineado, y en unos días me voy a Canadá y a Nueva York. Estoy contando las horas.
No sé qué pensarás tú.
Texto y Fotos: Yasmina Pérez
