MI DEBILIDAD

domingo, 26 de julio de 2015


Supe que quería vivir en París el invierno que fui a visitar a Claudia y a Sergio.  El frío se nos clavaba en los ojos como puñales. Recuerdo con nitidez el color del cielo al atardecer, una mezcla intensa de diferentes tonos de naranja y violeta. Una imagen terriblemente hermosa que se repetiría cada invierno de los que viví allí y que nunca dejó de fascinarme.
Bastante tiempo atrás, me enseñaron a leer y a escribir en francés. El primer poema que recité, los primeros cuentos, las canciones. Dicen que los deseos más significativos empiezan a tomar forma cuando somos niños aunque no seamos muy conscientes de ello. Lo cierto es que mi sueño se cumplió y viví en París varios años.
Las estaciones de tren, los bulevares, las grandes avenidas, los callejones de adoquines, tu patio con enrededadera.
Las mesas redondas con borde dorado de los bistrots, las sillas mirando a la calle. Los toldos granate, el rosé.
Volver a casa en bici de madrugada. Cinéma para dos.
El Bar Central.
Los buscadores de sueños.
La elegancia mayúscula. El estilo innato.
La Rue Cler.
Las buhardillas, el olor de las panaderías por la mañana, los crêpes.
El savoir-faire.
Tu olor.
La belleza única de las mujeres y la sugerente forma de seducir de los hombres.
El acento, cómo me gusta el acento.
Tu música para entrar en calor.
El vaho de tu ventana.
Las tormentas de fuego.
La nieve en el tejado.
Silencio.
Las costumbres. Escaparte al mar en primavera con un gorro de paja y una camiseta de rayas marineras. Veranear en Normandie, en Ile de Ré o en Aix-en-Provence. 
Recorrer playas desiertas con bosque.
El té con hierbabuena en el Marché d'Aligre los domingos.
Daft Punk.
Tu escalera.


Fotos y texto: Yasmina Pérez
Francia, Julio 2015









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